El destino
1
Algo sonó
fuera de la casa. Debe haber sido la bocina de una ambulancia, de ésas que en
la noche recorren solitarias la ciudad. Sin aviso, se introdujo en nuestro
cuarto.
Me desperté
como si ya fuera de día, sin rastros del sueño. Descansaba a mi lado. La
contemplé alejada de todo lo que nos afectaba en la vigilia. Me vino a la mente
la idea, la fantasía, de que volviéramos a ser jóvenes, de que en un instante
este paisaje de la vida le hiciera lugar a ese presente que fue; que regresaran
los rostros, las sonrisas, las palabras; que regresaran los seres, que ya no
eran o habían dejado de estar a nuestro lado.
Amar la vida
es lo único que me vino a la mente en esa madrugada, despierta a deshora, junto
a la mujer que amaba. Pensé, con un dramatismo al que no estaba habituada, que
mientras que en el mundo abunda el dolor, dejamos pasar oportunidad tras
oportunidad, como si siempre hubiera tiempo para aquello que no sabemos
realmente qué es. Intercambiamos las máscaras de jueces y verdugos con otros
pasajeros de esta historia, e insistimos con errores que se reiteran en nuestra
juventud, adultez y ancianidad. Los marginados nos despiertan temor, y no
alcanzamos a comprender que esa extrañeza la compartimos todos, sin diferencia,
más allá de que en algún instante nuestra estrella esté en lo alto. Lo único
que brilla siempre es el sol, y nosotros somos inconclusos planetas que giran
alrededor de esa estrella. Nuestra rotación, morosamente, descansa del lado
oscuro, donde la vegetación es fría y no crece, donde el agua se transforma en
hielo y no corre, donde las formas animales toman el rostro de las rocas y se
deshacen en arena.
Creo que tengo
cosas por decir, aunque no conozca la verdadera noción acerca de qué es lo que
sospecho y necesito trasmitir, lo que está en mi boca y apenas me permite
respirar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario