miércoles, 12 de noviembre de 2014

Nosotras 3








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Observo a muchas mujeres que hablan y se conducen como si el sueño de ellas fuera transformarse en un hombre; para otras, eso es una pesadilla. Nosotras sólo deseamos ser lo que somos, en cada acto, con la mayor autenticidad.

Se deberían interrogar ante un espejo, desnudarse ante él y preguntarse diariamente: ¿Cómo hago para qué no me roben la vida? ¿Para qué los deseos de los otros no se transformen en mis deseos, para qué las metas de los demás no sean mis metas? Aunque éstas son cuestiones, por cierto, que nos hacen a todos, no sólo a nosotras. Las diferencias y la necesidad de afirmarse en uno mismo, están en todos los seres humanos, sin distinciones. La elección siempre es personal y debe estar acompañada de la energía suficiente para la lucha, el enfrentamiento, si desea adquirir vida.

Necesitamos sentirnos bien como somos y para eso debemos aceptarnos realmente. Algo que no es tan fácil como se pretende, porque también nosotras estamos marcadas por valores sociales agresivos a nuestra naturaleza, pero que se han fijado a fuego desde la infancia, y en su movimiento represivo nos conducen a la asfixia. Ésas son las primeras ataduras y cárceles de las que tenemos que liberarnos si anhelamos la aceptación de los otros.


Sé –por haberlo leído o escuchado alguna vez– que lo que se expresa apenas roza la esencia. Si está bien dicho, será una flor, un fruto, que nos haga olvidar de la raíz y del tallo que le dan la vida. Si esto no es así, si decaemos en la palabra, un vacío mayor permanecerá en nosotros y en quienes nos acompañen. Vamos tras lo que se filtra subrepticiamente por debajo de lo dicho.



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